9 lug 2020

Finlandia Y Varanger (Noruega) 5 (2006) Mirando Al Norte

Renos pastoreados en el norte. C.M. Aguilar Gómez.
Tras los días pasados en Oulu emprendimos camino hacia el norte. La península de Varanger estaba lejos aún, así que dedicamos un par de días a la conducción con paradas muy puntuales. En la carretera, a las típicas señales de peligro de alces, hubo que sumar las de advertencia por presencia de renos. Ya no eran referidas a un tramo en concreto, podríamos encontrarlos por ¡todo el norte del Finlandia!

El paisaje boscoso tenía cada vez menos claros para la agricultura y una apariencia más salvaje. El primer día cruzamos el círculo polar ártico, un lugar que allí es la excusa para montar tiendas y comercios a pie de carretera relacionados con la figura de Santa Claus.

 



Sebas y Diego en Petkula.  C.M. Aguilar Gómez. 
Una de las paradas fue en la ciénaga de Petkula, un lugar donde es posible ver el correlimos falcinelo. Pero no hubo suerte. Aun así, disfrutamos de un ratonero calzado (Buteo lagopus) y de los vuelos nupciales del andarríos bastardo (Tringa glareola).

De paso por la Laponia finlandesa, dormimos en el camping de Ivalo, en un par de cabañas de madera. A esa latitud, la incipiente primavera que habíamos visto en el sur y centro del país había cambiado ya por un tiempo de perros y había que administrar bien los minutos que uno dejaba las manos expuestas a la intemperie al manejar los telescopios.




Abedules aún sin brotar.  C.M. Aguilar Gómez.
Entre Ivalo y la frontera con Noruega el bosque se fue haciendo cada vez más raquítico y, llegado un momento, solo los abedules retorcidos aguantaban aquel clima. Mirando el paisaje desde el coche, por sorpresa, reconocimos una lechuza gavilana posada que estaba siendo hostigada por pinzones reales (Fringilla montifringilla) y zorzales alirrojos (Turdus iliacus).  

Si eso no fue buena suerte, no se que otra cosa puede serlo. Allí, en la inmensidad del bosque, un bicho nocturno como aquel que tanto nos había costado encontrar en Oulu. De no haber sido por aquellas pequeñas aves nos habría pasado desapercibida.




Pechiazul (Cyanecula svecica).  C.M. Aguilar Gómez.
Con la excusa de la lechuza paramos a dar una vuelta y a desentumecer las piernas de tanto viaje en furgoneta. Si estaba allí la lechuza, el sitio debía ser bueno, pensamos, y no nos defraudó. En un corto recorrido vimos pechiazul (Cyanecula svecica), pardillo sicerín (Acanthis flammea) y pardillo de Horneman (Carduelis hornemanni) entre otras pequeñas aves.

En el suelo abundaban arbustos rastreros con bayas maduras, entre ellas los frutos rojos de los arándanos (Vaccinium vitis-idaea) y los negros de una especie de camarina (Empetrum nigrum).




Camarina (Empetrum nigrum) C.M. Aguilar Gómez.
Encontrar una camarina allí fue una sorpresa, ya que la única que conocía (Corema album) era una planta costera de las dunas de Doñana, una que se distribuye por el sureste de la península Ibérica. El hábitat de esa camarina de la tundra no puede ser más distinto pero, bien mirado, ambas plantas se parecen en todo salvo en el color de sus frutos.

Tras un par de días de conducción llegamos a la frontera con Noruega donde, contrariamente a lo que creíamos, no encontramos ningún puesto ni aduana para cambiar de país. Así, al final del segundo día de viaje nos plantamos al fondo del fiordo de Varanger, una de las mecas de nuestro viaje ornitológico.
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